Mi gusto por los glosarios y la intención de continuar con el desarrollo de “Pasajes de Buenos Aires o el otro cielo”, me hicieron dar, en el Diccionario de Arquitectura en la Argentina (Liernur, Jorge Francisco y Aliata, Fernando), con “Gianotti, Francisco Terencio”.
La obra más importante del arquitecto italiano, que llegó a Buenos Aires en 1909, fue el primer rascacielos de la ciudad: la Galería General Güemes, inaugurada en 1915.
El diccionario de arquitectura dice que el programa original del inmueble representaba un verdadero compendio de ciudad para la época. Si bien el párrafo hace referencia a que el edificio reunía oficinas, viviendas, un cine-teatro, dos restaurantes, un salón de fiestas devenido luego en cabaret, una sucursal bancaria y comercios - los principales espacios de sociabilidad de entonces -, imaginar el pasaje como una ciudad a la vera de la otra, me pareció la definición más apropiada, también en otro sentido, más íntimo que público.
Toda ciudad tiene una superficie y tiene límites. Y como ella, el pasaje y los universos personales tienen territorios y confines. Los accesos al edificio, que cuenta en su planta baja con el Pasaje Güemes, operan como una cinta de moebius, a través de la cual puedo transcurrir de un plano a otro, de un universo a otro, de una ciudad a otra, sin percibir que estoy atravesando una línea divisoria. Allí adentro, la ciudad no es la misma, y el cielo también es otro.
El pasaje porteño es la galería que describió Julio Cortázar en el cuento “El otro cielo”, publicado en 1967, en “Todos los fuegos el fuego”, donde alterna imágenes de una galería cubierta de Paris y otra de Buenos Aires.
De igual forma, para él dentro de ellas la atmósfera es su “patria secreta” bien diferente de la de afuera: “Hacia el año veintiocho, el Pasaje Güemes era la caverna del tesoro en que deliciosamente se mezclaban la entrevisión del pecado y las pastillas de menta, donde se voceaban las ediciones vespertinas con crímenes a toda página y ardían las luces de la sala del subsuelo donde pasaban inalcanzables películas realistas...Recuerdo sobre todo olores y sonidos, algo como una expectativa y una ansiedad, el quiosco donde se podían comprar revistas con mujeres desnudas y anuncios de falsas manicuras y ya entonces era sensible a ese falso cielo de estucos y claraboyas sucias, a esa noche artificial que ignoraba la estupidez del día".
Mientras transito el Pasaje Güemes con la mirada fija en la pantalla de la computadora, me acompañan el diccionario de arquitectura y Julio Cortázar. Pero surge otro personaje: Antoine de Saint-Exupéry, que según una nota de Clarín acerca del renacimiento de las galerías porteñas - publicada en octubre de 2005 - se hospedó en los años 30 en un departamento de la galería.
Me complace su presencia que no me resulta antojadiza. Después de todo, el artífice del Principito y de los planetas unipersonales me recuerda al universo, a la ciudad, a la casa de mi infancia a la que ya no podría regresar si no imaginariamente.
Sin embargo, mala es la costumbre de terminar de leer los artículos periodísticos. Me perturba el final de la nota de Clarín. El piloto francés habría alojado en la bañera de ese departamento en la galería, a una foca que trajo como mascota de su viaje a la Patagonia.
Prefiero pensar que es parte de una biografía apócrifa de Saint-Exupéry, que le hubiera gustado pero que la foca nunca llegó al microcentro porteño, que no entrevió la calle Florida desde el ventiluz del baño. Cualquier cosa. Pero foca no entra conmigo al pasaje.
De 30.000 m2, con 80 metros de altura y catorce pisos, la Galería Güemes fue la obra más importante del arquitecto italiano Francisco T. Gianotti, aunque la más conocida es la Confitería del Molino. Al pasaje Güemes se ingresa por Florida 165 y se comunica con San Martín 172. Una primera versión del proyecto contempló sólo el sector sobre Florida. Luego, un convenio con el Banco Supervielle, dueño del terreno sobre San Martín, determinó la idea definitiva de un edificio pasaje que conectaría ambas calles.
De 30.000 m2, con 80 metros de altura y catorce pisos, la Galería Güemes fue la obra más importante del arquitecto italiano Francisco T. Gianotti, aunque la más conocida es la Confitería del Molino. Al pasaje Güemes se ingresa por Florida 165 y se comunica con San Martín 172. Una primera versión del proyecto contempló sólo el sector sobre Florida. Luego, un convenio con el Banco Supervielle, dueño del terreno sobre San Martín, determinó la idea definitiva de un edificio pasaje que conectaría ambas calles.
4 comentarios:
WOW! me encantó!
Hace muchos años , bailábamos una melodía que se llamaba "Pobre mariposa".Tu comentario , amén , de parecerme ingenioso, me ha movido a componer la música de otra canción:
"Pobre foca". Cuando esté lista te la enviaré para que le hagas la letra.
El Foco
Será un gusto (y un hit).
hi
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